Carlos Figueroa (Guayaquil, 1992) insiste y ahonda en los archivos fotográficos de su familia para reanimar por medio de la pintura, nuevas representaciones de escenarios y personajes que ahora parecen muy extraños, aun siendo estos, los mismos lugares que sigue habitando y las mismas personas que sigue abrazando.

Figueroa utiliza la pintura para narrarnos un mundo vivencial de dos caras: el de la realidad denotada en las fotografías del archivo familiar y aquella otra que subyace debajo del primer contacto con la imagen y que apenas se reconoce en las fotos. Esto se traduce en una pintura de dos planos: un primer plano de superficie prolija en materia y contornos pictóricos, y un segundo plano diluido y nebuloso.

Así, entre el sueño y la vigilia, Figueroa termina ubicándose frente a la propia fabulación de su vida.

René Ponce